domingo, 1 de noviembre de 2015

Ausencia de ética y falta de protección del menor en el fútbol base.


Uno de los objetivos públicos que ha de presidir cualquier programa deportivo en edad escolar es la transmisión de valores éticos.
El menor ha de conocer las normas morales que rigen la sociedad para integrarse plenamente en ella. No solo se trata de adquirir unas destrezas técnicas o físicas del deporte, sino de aprender normas éticas que ayuden al menor a ser autónomo para afrontar la vida en sociedad.

La educación de los menores es un derecho que abarca, todas y cada una de las actividades que este desarrolla o realiza: deportivas, sociales, culturales, etc. 
Debido a su condición de sujeto en formación, el menor ha de recibir un plus de protección por su especial vulnerabilidad frente a la influencia de los intereses de los adultos.

En el fútbol base actual este derecho, a menudo, no se respeta. Intereses mercantiles, lucrativos, incluso vanidades o soberbias de los propios actores, adultos que intervienen (padres, entrenadores, aficionados o directivos), atentan y abusan de un derecho fundamental del menor. Un derecho que le protege sobre cualquier tipo de discriminación o explotación, un derecho superior. La educación.

En estos casos, al menor se le trata como mercancía, producto de compra y venta, no en su condición humana, como ser educativo. La influencia mediática, las grandes estrellas del fútbol, los multimillonarios traspasos, la gloria, el éxito y la fama, son el condimento perfecto para elaborar una estrategia de marketing-mix que trata de confundir a los padres y engañar a los menores deportistas.

Se les promete la gloria, se fantasea con la categoría deportiva y se les convence de estar ofreciéndoles una gran oportunidad. A menudo, quien ofrece dicha oportunidad no es una persona formada en valores éticos, ni tan siquiera es un técnico ni por supuesto docente, simplemente vive de dicha actividad y se lucra de las vanidades de otros, que juegan con sus pequeñas estrellas.

Casi siempre la aventura dura poco y el menor frustrado abandona el deporte, porque su oportunidad se ha desvanecido en la oportunidad de otro niño cuyo padre/madre también ha caído en la trampa. Carne nueva para el negocio. Pero qué le importa al tiburón destrozar ilusiones, el trabajo y el esfuerzo de tantos y tantas.

Al grano (a lo directo)…

Somos una escuela de fútbol modesta, con un campo de tierra, en una población de 3000 habitantes, al norte de Valencia. Tenemos el orgullo de denominarnos fútbol base porque formamos a buenas personas y buenos deportistas. Por ello mantenemos una plantilla de entrenadores, docentes que anteponen el derecho educativo de los menores por encima de los resultados. Para nosotros un niño/a es un ser humano a proteger y formar. Somos una pequeña familia que disfruta aprendiendo de la vida a través del deporte.

Algunos vecinos no se han acercado al club, a pesar de tener hijos o hijas menores que podrían jugar con nosotros, y eso nos duele. El campo de tierra es una losa insalvable para su conciencia. ¿Cómo va a jugar mi niño/a en un campo de tierra? Y se van a otros clubes, a otros deportes. Luchamos contra esa imagen distorsionada que nos ofrece el deporte profesional y mediático.

A pesar de ello y con el esfuerzo de entrenadores, padres y directiva conseguimos llevar adelante una escuela que actualmente ya cuenta con cinco equipos. Solo queremos que nuestros hijos e hijas practiquen deporte y se formen en valores. A pesar de recibir el apoyo municipal, es esfuerzo es mayúsculo.

No tenemos un producto de marketing como otros. Tampoco lo queremos. Y algo estaremos haciendo bien cuando cada vez somos más.

En los últimos días hemos recibido el ataque de un tiburón. Un club vecino que busca pescar en aguas que no son las suyas, aprovecharse del trabajo y del esfuerzo de tantas familias que solo desean recibir la mejor educación deportiva para sus hijos. Siempre hay algún pececito que pica el anzuelo, hipnotizado por el esplendor de la fama, la oportunidad ofrecida por el tiburón. Cuando se descuida, el tiburón enseña sus fauces. Es demasiado tarde, el pececito acaba engullido en una vorágine de vanidades, soberbias, intereses personales, lucros. Difícil escapar.

No queremos obligar a nadie a estar con nosotros. Los menores son libres de jugar dónde ellos, o sus padres quieran. La educación deportiva siempre es voluntaria. Pero esa libertad tiene un límite: el momento en el que se asume un compromiso con el equipo, con una escuela. En el fútbol, ese momento coincide con la firma de la licencia deportiva. En ese momento, la decisión de un menor puede lesionar los derechos de los demás compañeros.

¿Qué pasa si somos 16 componentes en el equipo y tres o cuatro niños, una vez iniciada la actividad, lo abandonan? ¿Quién protege los derechos de los que se quedan y que seguramente no podrán terminar la temporada? ¿Abandonar a tus compañeros es un comportamiento ético?

Trabajo, esfuerzo, ilusiones truncadas por el capricho, por la hipnosis que les produce el anzuelo de oro puesto, delante de ellos, por un pescador mercenario. Alguien que no respeta las mínimas normas éticas ni deportivas, que solo busca el interés particular.

A este pescador le llamaremos tiburón.

El tiburón no sabe de ética, solo sabe depredar. Quiere parecerse a los grandes tiburones blancos que fichan Cristianos y Mesis. Rebusca, los sábados entre los campos de fútbol de las localidades vecinas en busca de presas. Es corto de vista, porque no se da cuenta que su mar no es el deporte profesional. Pero es interesado, y para él, todo vale cuando se trata de pescar, aunque sean pececitos indefensos. Promete el oro y muchos caen en la trampa.

En Vinalesa hemos decidido declarar la guerra al tiburón. Hemos construido un muro de acero ético para rodear y proteger a nuestros niños y niñas frente al ataque del depredador. Nos vamos a defender denunciando estos comportamientos antideportivos y faltos de ética.

Y lo haremos llegando dónde tengamos que llegar. A las administraciones públicas que tienen la obligación de velar porque estas cosas no ocurran.

¿Está ese club recibiendo subvenciones públicas de algún Ayuntamiento para que, después, beque y ficha a menores de otro municipio, dejando a los suyos sin jugar? ¿Qué pasa con el control municipal sobre los objetivos públicos que deben regir este tipo de escuelas deportivas?

La denunciaremos a la Federación de fútbol, reclamando su apoyo frente a la actitud de determinados clubes depredadores que no les importa destrozar la labor deportiva que hacen otros. ¿No pertenecemos todos a un mismo deporte? Buscaremos, con la acción de la Federación y la ética deportiva, la posibilidad reglamentaria de sancionar estas conductas.

Y llegaremos al defensor del menor, si es preciso, para que el derecho educativo del menor no se lesione con comportamientos anti-éticos, más próximos a la mafia o a la trata de personas. ¿Cumplen estos clubes depredadores con la ley? ¿Verdaderamente tienen un proyecto educativo detrás para el niño? o ¿solo es un negocio para algunos? Lo veremos, y si es así que asuman las consecuencias.

Hemos tomado una decisión: en Vinalesa nos vamos a convertir en defensores de la ética y la protección de los menores en el fútbol. Quien quiera sumarse a esta iniciativa y denunciar situaciones de abusos con menores en el fútbol que nos apoye con un “me gusta”.


Paco Orts

En Vinalesa 30 de octubre de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario