jueves, 31 de julio de 2014

¿ES BUENO EMPEZAR TAN PRONTO A COMPETIR EN EL DEPORTE?
LA ESPECIALIZACIÓN PRECOZ EN LA INICIACIÓN DEPORTIVA



            ¡Mama, quiero apuntarme al fútbol!

La oferta de actividades deportivas dirigida a la población menor de edad en España es cada vez más específica, menos polideportiva y orientada a la competición. Sobre todo en deportes de fuerte componente mediático y de gran relevancia social, como el fútbol, baloncesto, tenis, la gimnasia rítmica, etc., la edad de iniciación es cada vez menor. Los demás deportes por efecto de imitación también empiezan a bajar la edad de incorporación de jóvenes a sus disciplinas.

Esta situación no tendría mayor trascendencia si los programas deportivos que desarrollan las entidades prestadoras de servicios deportivos (clubes, ayuntamientos, empresas, etc.) estuvieran elaborados y supervisados por personas cualificadas; si los contenidos de dichos programas promovieran la diversidad de movimientos, la educación física, el esquema corporal del menor, sus cualidades psicomotrices; si en los primeros años de la formación del menor, se abandonará la idea de competir y se instalará la idea de aprender.

Sin embargo, lamentablemente observamos, cada vez con más frecuencia, la captación de escolares de menor edad (4, 5 años) que inician un desarrollo específico del deporte (solo fútbol, solo baloncesto…), dirigidos por personal poco o nada cualificado y orientado a la competición.

Se ha buscado un nombre para definir esta nueva categoría. El nombre no puede ser más ilustrativo: “Querubines”. Los querubines son joyas que bien pulidas y talladas pueden resultar muy caras y rentables en el mercado. Estas joyas deportivas  tienen como finalidad última exponerse y alcanzar el deporte profesional. El negocio está servido, a cambio el menor queda expuesto y pierde sus derechos.

La actividad deportiva de estos “Querubines” está totalmente orientada a la competición y el rendimiento deportivo. Se reproduce el modelo del deporte de adultos sin apenas adaptar la actividad a la capacidad evolutiva del menor. Resulta patético observar como alguno de los niños, sin tener conciencia de ello, comete infracciones a las reglas del juego que para estas edades resultan absurdas.

Los profesionales de la educación física y el deporte debemos rechazar esta iniciación deportiva y aconsejar a las entidades que organizan este tipo de actividades que, en primer lugar, orienten la actividad hacia la diversidad de tareas y movimientos, los aprendizajes polideportivos, recreativos, que enriquezcan, en su conjunto, la motricidad del menor. Por supuesto, la actividad deberá estar debidamente planificada y dirigida por técnicos deportivos cualificados, expertos conocedores de los riesgos que para el desarrollo de los menores acarrea una iniciación especializada y precoz.

Son abundantes los riesgos que concurren en este tipo de iniciación deportiva. Riesgos de exclusión social, fruto de la excesiva presión del entorno (padres, entrenadores,…), que pueden provocar alteraciones psico-sociales y de la personalidad del menor; Riesgos físicos, que pueden producir lesiones (a menudo ocultas) por una excesiva carga de trabajo aplicada de manera asimétrica, sobre determinados grupos musculares y estructuras óseas y cartilaginosas; Riesgos educativos, que pueden influir negativamente sobre el desarrollo integral del menor, por la ausencia de diversidad en el aprendizaje, excesivo condicionamiento en el aprendizaje técnico y/o motor que afecta a la capacidad de creación del menor, a la libertad o el derecho a elegir la actividad que más le atraiga o guste; Etc.


No obstante, si siguiéramos la lógica de los que defienden este tipo de actividades deportivas anticipadas y quisiéramos buscar el rendimiento deportivo futuro del menor, intentando conseguir campeones y campeonas, deberíamos consultar a la ciencia. ¿Qué nos aconsejan los estudios científicos que se han preocupado de estos temas? ¿Es bueno empezar tan jóvenes, especializándose en un solo deporte y compitiendo a tempranas edades? ¿Qué factores deberíamos conocer para poder actuar con coherencia a la hora de inscribir/incorporar a un menor a este tipo de actividades?

Veamos lo que nos dicen los estudios:

Tomando como referencia un artículo publicado en la revista especializada “Kronos 2014: 13(1)”, titulado: ¿Son Realmente Eficaces los Programas de Detección de Talentos Deportivos? (Lorenzo, A., Jiménez, S., Lorenzo, J.), podemos resumir lo siguiente:

Desde una perspectiva psico-social, se han encontrado numerosos factores, de carácter psicológico, social y contextual, que contribuyen y condicionan el desarrollo de un deportista[1]. Dos son fundamentalmente las investigaciones y los conceptos que han desencadenado esta línea de investigación. Por un lado, el concepto de practica deliberada (aquella que el deportista realiza de forma especializada y estructurada), desarrollado por Ericsson y colaboradores (e.g.; Ericsson, Krampe, & Tesch-Römer, 1993); y por otro lado, los estudios de Bloom (1985) y Côté y colaboradores (e.g.; Côté, 1999; Côté & Hay, 2002), en los que encuentran etapas comunes en el desarrollo de los deportistas, y se observa como los distintos factores van evolucionando a lo largo de dichas etapas (“sampling years”, “specializing years” y “investment years”)

Ford et al., (2009), comparando la carrera deportiva de jugadores de fútbol entre 17 y 19 años que habían alcanzado el profesionalismo con aquellos jugadores que no lo habían alcanzado, observaron que los primeros habían dedicado más horas por semana a actividades recreativas relacionadas con el fútbol (además de los entrenamientos con el equipo), en comparación con aquellos jugadores que no habían logrado dicho rendimiento. Estas actividades incluían, por ejemplo, jugar con amigos, “street football”, golpear un balón de forma individual, y de una forma no supervisada.
Salmela et al., (2003) llegó a las mismas conclusiones al estudiar a los jugadores brasileños de elite, quienes hasta la edad de 15 años participan en una gran cantidad de actividades recreativas relacionadas con el fútbol con un tiempo muy limitado de actividades estructuradas y bajo la supervisión de un entrenador.

Estos resultados parecen confirmar el hecho de que una práctica menos estructurada (más recreativa) puede ser beneficiosa para desarrollar deportistas más flexibles y adaptables que una práctica más estructurada y bajo la supervisión de los entrenadores (Williams & Hodges, 2005).

Del mismo modo, también se empieza a confirmar la idea de la transferencia positiva entre actividades deportivas de características similares, como es el caso de los deportes de invasión. Así, por ejemplo, Memmert, Baker, y Bertsch (2010c), con el objetivo de conocer qué favorecía el desarrollo de la creatividad táctica en los deportes de equipo, aplicaron un cuestionario a 72 jugadores profesionales de baloncesto, fútbol, balonmano y hockey hierba, divididos en dos grupos: jugadores más creativos y menos creativos. El principal resultado encontrado fue que los jugadores más creativos en cada deporte habían dedicado más tiempo a ambos tipos de práctica, encontrándose diferencias significativas tanto en el juego libre como en la práctica deliberada. En los primeros años (5 a 14 años), estas diferencias sólo se encontraron en el juego libre. En esta linea, Berry y Abertheny (2009), observan que los jugadores definidos como expertos en las tomas de decisión, presentan patrones comunes al haber participado en la práctica de juegos con estructura de juegos de invasión.

Como conclusiones a este debate, es preciso considerar que:
a) tanto la práctica deliberada/específica como el juego libre tienen un papel crucial en el desarrollo de la creatividad;
b) que el juego libre es importante hasta un momento concreto, en el que ya no es suficiente (edad postpuberal);
c) que, el juego libre, y la mayor cantidad de experiencias, parecen favorecer el desarrollo de la creatividad táctica; y
d) que, de forma bastante consistente, se empiezan a argumentar razones de tipo contextual y cultural, para explicar las diferencias encontradas en los distintos estudios.




¿Iniciación polideportiva o especialización precoz?

Uno de los estudios más importantes realizados hasta la fecha, por el tamaño de la muestra, es el de Güllich y Emrich (2006b), (1566 deportistas alemanes, diferenciándolos entre deportistas de nivel mundial – olímpicos o participación en campeonatos del mundo – y deportistas de nivel nacional – que estaban en el top ten del ranking nacional -). Los resultados mostraron que, no habiendo diferencias entre ambos grupos en el volumen y la intensidad total del entrenamiento, se observaron diferencias en que la proporción de deportistas de nivel internacional que habían practicado varios deportes era mayor que en los deportistas de nivel nacional. Es decir, los deportistas de nivel internacional habían practicado y competido en más deportes durante la infancia y adolescencia, habiéndose especializado más tarde. Finalmente, en este estudio, también se concluyó que la mayoría de los deportes practicados por los deportistas, eran deportes relacionados con el deporte principal.

Güllich (2007) analizó los datos de 4455 deportistas olímpicos sobre la edad de comienzo a entrenar en su especialidad deportiva. Los resultados sugieren que la edad de comienzo del entrenamiento específico varía entre y dentro de la misma disciplina deportiva, y que un considerable porcentaje de deportistas internacionales comienzan a entrenar después del tradicional “timing” de la identificación del talento (aproximadamente entre los 8-12 años), lo que implica que para obtener el éxito en algunos deportes olímpicos no es necesario comenzar a una edad muy temprana.

Finalmente, otro aspecto a considerar es el éxito de dichos programas de detección tan a largo plazo. Entre los deportistas olímpicos de Atenas 2004 (Güllich, 2007), tan solo el 44% de ellos habían debutado en competición internacional en su disciplina deportiva en la categoría junior (16.8 ± 2.5 años). La mayoría de ellos habían competido a nivel internacional por primera vez en la categoría senior (22.0 ± 3.1 años).

En el estudio realizado por Schumacher, Mroz, Mueller, Schmid, y Ruecker (2006), sobre la carrera deportiva seguida por los ciclistas profesionales, tan solo el 29.4% de ellos habían participado en campeonatos del mundo junior, mientras que solo el 34% de aquellos que habían competido en dichos campeonatos mundiales habían tomado parte después en las principales competiciones senior.

Recientemente, Barreiros, Côté y Fonseca (2012), trataron de analizar la participación de 395 deportistas portugueses, de diferentes deportes, con el objetivo de conocer cuántos deportistas que en categorías inferiores habían sido internacionales lo eran en categoría senior. Los resultados encontrados confirmaron que tan solo un tercio de los deportistas que son internacionales en categoría senior han competido anteriormente a nivel internacional en categorías inferiores. 

En resumen, el análisis de la eficacia de estos sistemas de promoción deportiva, revelan una baja proporción de éxito. Parece que la mayoría de los deportistas reclutados en edades tempranas nunca llegan a ser deportistas de éxito a nivel senior. Por otro lado, muchos de los deportistas internacionales no han formado parte de programas deportivos institucionales. Parece que una temprana participación en competiciones y la inclusión en programas de detección y desarrollo del talento correlacionan negativamente con el éxito (Güllich & Emrich, 2006a; 2006b). De estos datos se puede deducir que:

a) no es necesario estar incluido en un programa de detección y desarrollo del talento desde una temprana edad, y/o fichar por un club profesional de fútbol, básquet, etc.

b) que es posible cambiar de disciplina deportiva a una edad relativamente tardía y alcanzar resultados deportivos.

c) que los primeros años de la vida de una persona han de orientarse a su formación integral, personal y social. Lo mejor no es especializar precozmente al menor en el deporte, ya que, como se ha demostrado no sirve al objetivo de rendimiento perseguido e incluso resulta contraproducente.


Y todo ello sin hablar del entrenamiento intensivo que normalmente va unido a la iniciación precoz. Ya sabemos que el entrenamiento intensivo en edades tempranas conlleva un riesgo de lesiones (sobre todo articulares) que condicionan decisivamente el rendimiento posterior e incluso la salud del deportista.



[1] Para profundizar en este tipo de estudios se recomienda la revisión realizada por Lorenzo & Calleja (2010).